16 feb 2010

Vacaciones...



Todo era nuevo, definir en qué fechas tomarme vacaciones, planear a dónde ir pero más que nada lo más interesante era encontrarme de vuelta con mi hermano en un pais distinto, donde yo hacía las veces de anfitrión sin sentirme en mi casa.

El Chef me preguntó cuándo llegaba "Mañana" le dije y sobre la marcha me preguntó si iba a buscarlo al aeropuerto "No", le dije, "en un principio iba a ir pero después preferimos cambiar mis dias libres al fin de semana para tener tiempo libre". Y quedó ahí, el miércoles transcurrió con normalidad pero en mi cabeza giraba esa idea de estar en el aeropuerto, sorpresa. Entonces le pregunté si podía estar y la respuesta fue inmediata "Algo vamos a inventar, vos vas a estar".

Aterrizó en horario pero se demoró un rato largo en salir, igual yo esperaba, ansioso, expectante, con una extraña mezcla de sentimientos y dibujando en mi cabeza cómo iban a ser estas vacaciones tan, pero tan, distintas a cualquier otra.

Cuando por fin salió de la puerta de arribos nos abrazamos, nos miramos y nos volvimos a abrazar. Llamé el taxi y al hotel, yo volvía a trabajar, él a acomodarme los afiches, preparar mi ropa y descansar.

El viernes terminé de trabajar tipo 23, armamos las valijas, jugamos unos partiditos al PES 2010 para no caer dormidos y nos fuimos al aeropuerto. DESIERTO, llegamos a las 2.30 y los mostradores abrían recién a las 5, pero al menos acá podíamos charlar.

Check in, abordar, despegue, 3hs y aterrizaje en el primer destino elegido. Estambul.

La primer impresión de Estambul es triste, no fea pero sí gris. Se nota a primera vista que tuvieron una época de grandeza, luego una gran debacle y que ahora por más que hagan su mejor esfuerzo nunca pero nunca van a volver a ser 1/10 de lo que fueron. Visitamos la Santa Sofia (primero una iglesia cátolica, luego una mezquita y hoy un museo). Nos cruzamos a la Mezquita Azul, hermosa por fuera, cautivante por dentro. Recorrimos los amplios parques y los suntuosos edificios del, venido a menos, Palacio Topkapi. Nos quedamos anonadados con la imponencia, belleza, demostración de riqueza del Palacio Dormabache (si alguna vez van a Estambul pónganlo en su itinerario de viaje, junto con el Leyberbeyi) y recorrimos las aguas del Golden Horn y del Bósforo para, por un rato, contemplar el lado asiático de la ciudad.
Y cada atardecer lo coronábamos con una visita al Gran Bazar o al Bazar de Especias dependiendo qué buscábamos y las energías que nos quedaban (no por distancia, sino porque el Gran Bazar se vuelve agotador en cuestión de minutos). En todos lados te dicen "Regatear es la regla" y definitivamente es así. Los vendedores te saludaban en todos los idiomos, te ofrecían todos sus productos y siempre el precio era elevado. Enseguida entrabamos en ese juego de oferta y demanda, nosotros ofreciéndole un precio que a veces nos parecía irrisorio (el vendedor decía 50 y nosotros 10) pero que luego de un par de idas y vueltas se volvía real y nos íbamos al hotel con nuestros recuerdos y la satisfacción de haber pagado nuestro precio.
Uno de a poco se va enamorando de la ciudad. Las cúpulas esféricas de las mezquitas, los miramets que intentan tocar el cielo, la gran diversidad de sus bazares y la amabilidad de toda su gente. Pero ya era hora de partir, armar las valijas, check out y al aeropuerto. Ahora Atenas nos esperaba.

El vuelo fue cortito, no así el viaje en taxi del aeropuerto al hotel. Pero en cada curva que el taxista hacía veíamos a nuestra derecha Atenas, blanca, el Egeo de fondo y el sol poníendose en las colinas. Un atardecer hermoso, una primer postal imponente.
Llegamos al hotel, check in, y a la habitación. Las críticas decían que eran chiquitas, incómodas. La nuestra era amplia y bien espaciosa, pero sin lugar a dudas lo que se robó nuestros corazones fue la vista. Corrimos las cortinas de las ventanas (que luego vimos que era un balcón desde el cual estoy escribiendo) y ahí arriba, imponente, estaba en Partenon totalmente iluminado, dándones una cálidad bienvenida. Enseguida cambié la almohada de lugar en la cama y me quedé dormido contemplándolo. PPi me levantó al ratito para salir a dar una vuelta y ahí fuimos. Cada cuadra del distrito de Plaka tiene su lado histórico. Excavaciones, columnas, vistas y todo es peatonal, una gran peatonal que rodea la Acrópolis y el Ágora.

Volvimos al hotel, y a prepararnos para unos largos dias de caminatas sin tregua. Definitivamente el primer paseo fue la Acrópolis con sus anfiteatros y sus altas columnas. Luego lo siguieron los Ágoras (el antiguo y el romano), el imponente Templo de Zeuz, el Arzo de Adriano. Todo tan cerca, todo tan grande, todo tan cautivante e intrigante. ¿Cómo los construyeron? Qué conceptos tan diferentes de eternidad tenían.
Día a día volviamos al hotel cansados pero corríamos las cortinas y ahí estaba en Partenon. Ahí está el Partenon, delante mio. Y desde acá me despido, bajamos a desayunar, cerramos las valijas, check out y Londres. Yo vuelvo para ya ponerme en sintonía con la cocina, PPi sigue sus vacaciones.

Sin lugar a dudas estas vacaciones fueron más allá de lo que la mente puede imaginar o diseñar. Fotos del Partenón, de la Mezquita Azul o de los Bazares abundan en todos lados, pero nada se compara con el hecho de estar y de disfrutarlo en familia luego de tantos meses de distancia.

¿Próximo destino? No es Argentina, no está en mi horizonte al corto plazo. Ayer chusmeabamos los precios de Bern, Zurich, Oslo... dijimos Nairobi, nombramos a Helsinki (o cómo sea que se escriba).

Chau,
fran

PD: Gracias a todos los que participaron en la remera :) Los extraño un montón y aunque hoy quiera seguir viajando un rato ya tengo mi fecha de retorno casi casi confirmada. Falta ver qué me deparan los próximos meses :)